
Jacinto Robles Salazar.
La Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) es mucho más que una institución educativa: es uno de los pilares sociales más sólidos que tiene el estado. Para miles de jóvenes sinaloenses, representa la única vía real hacia un futuro digno, con oportunidades y con herramientas para transformar sus vidas y las de sus familias. Por eso, defender a la UAS no es un acto gremial ni burocrático: es una causa de justicia social.
Hoy, la Universidad se encuentra en un momento nodal de su historia. La disyuntiva no puede ser más clara: o se avanza con unidad, corresponsabilidad y firmeza hacia la transformación institucional que garantice su viabilidad, o se cae en el desgaste, la fragmentación y la parálisis que tantas veces ha frenado al sistema de educación superior en nuestro país.
Las condiciones actuales no admiten evasivas. El contexto nacional es complejo: la presión financiera, los modelos agotados de subsidio, la saturación de cobertura, los compromisos crecientes de nómina activa y jubilatoria, y la falta de mecanismos sostenibles para garantizar derechos laborales. Todo esto quedó claro en el reciente Congreso Nacional de la Confederación Nacional de Trabajadores Universitarios (CONTU). Pero en Sinaloa, hay una oportunidad real de hacer las cosas de forma distinta.
Desde la UAS se ha convocado a un Gran Pacto Universitario por su futuro. No como una estrategia de corto plazo, sino como un ejercicio profundo de reconstrucción institucional basado en diálogo, unidad y responsabilidad compartida. Un espacio donde todas las voces gobiernos, sindicatos, administración, trabajadores, estudiantes y jubilados sean escuchadas y formen parte activa de las decisiones cruciales que determinarán el rumbo de la universidad.
Este pacto, sin embargo, no puede construirse desde el silencio, la pasividad o la ambigüedad.
Por eso resulta indispensable subrayar el papel que está jugando el Sindicato Único de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa (SUNTUAS). Durante décadas, el SUNTUAS ha sido la principal garantía de estabilidad laboral y financiera para miles de universitarios. Y hoy, ante este momento crítico, el sindicato ha decidido estar a la altura, con un posicionamiento claro, firme y valiente.
No se trata de una postura defensiva, sino de una propuesta concreta de transformación, con apego a la legalidad y a los derechos laborales. En su reciente pronunciamiento, el Comité Ejecutivo del SUNTUAS ha dejado en claro los ejes fundamentales de su participación en este proceso:

La defensa de la base trabajadora es irrenunciable. Toda reingeniería debe garantizar la jubilación dinámica y la estabilidad laboral del personal activo.
Cualquier reforma normativa deberá pasar por los mecanismos sindicales correspondientes: socialización, discusión y consulta directa, libre y secreta, como establece la Ley Federal del Trabajo.
Se exige transparencia total en las finanzas de la universidad, con la presentación de informes de flujo y proyecciones financieras a corto, mediano y largo plazo.
Se solicita una auditoría laboral con presencia sindical, para revisar la nómina de personal de confianza y asegurar una asignación justa y eficiente del recurso humano.
Es indispensable el pago de los adeudos a los trabajadores y al sindicato, como muestra de voluntad política para iniciar una agenda bilateral seria y respetuosa.
Se debe establecer un esquema de protección para trabajadores ingresados a partir de 2016, garantizando su derecho a un retiro digno cuando cumplan los requisitos necesarios.
Este no es un pliego de demandas corporativas. Es una ruta institucional para asegurar el presente y futuro de la Universidad, construida desde la responsabilidad y el compromiso. El SUNTUAS ha optado por la civilidad, el diálogo abierto, pero también ha demostrado una firmeza inquebrantable en la defensa de los derechos laborales de su base. Y lo ha hecho responsabilidad, sabiendo que el bienestar de los trabajadores no se opone al de la institución, sino que son partes de una misma causa.
Aquí nadie puede alegar sorpresa: el momento exige definiciones claras. Y el SUNTUAS ya ha tomado posición. La pregunta es: ¿quién más está dispuesto a hacerlo?
Porque de nada servirá una reingeniería si no hay voluntad de acompañarla. De poco servirá un pacto si hay quienes siguen apostando por la simulación, el cálculo político o la indiferencia. Y de todo servirá si cada actor asume con honestidad, apertura y responsabilidad el papel que le toca.
El tiempo dirá de qué lado de la historia se puso cada quien.
No se trata solo de preservar derechos ni de administrar la escasez. Se trata de construir condiciones reales para que la UAS siga cumpliendo su misión social con fuerza y dignidad. De permitirle innovar, mejorar, ampliar su cobertura y seguir siendo el corazón de la movilidad educativa en Sinaloa.
La experiencia del fideicomiso de jubilación dinámica, desmantelado en el pasado por decisiones mezquinas, debe ser una advertencia: no se deben repetir los errores sitúo a la Universidad en la crisis actual. Hay que reconstruir desde la memoria, no desde el rencor.
La Universidad Autónoma de Sinaloa tiene todo para salir adelante: liderazgo, estructura, experiencia y una comunidad comprometida. Pero ningún recurso es suficiente si no hay cohesión. El futuro de la UAS no puede decidirse en soledad, ni en los márgenes de la improvisación. Tiene que ser fruto de un acuerdo amplio, sólido y sostenido.
Por eso, el llamado es claro:
Por el derecho de las y los jóvenes a una educación transformadora.
Por el respeto y la justicia laboral para quienes sostienen esta institución.
Por un sistema de pensiones justo, sostenible y humano.
Y por una Universidad libre, fuerte y moderna, capaz de mirar hacia adelante sin titubeos.
Este es un momento de definición histórica.
De responsabilidad compartida.
De acuerdos firmes.
Y de visión institucional por encima de cualquier interés particular.
La UAS lo merece.
Sinaloa lo exige.
Y el país no puede permitirse debilitar a una de sus universidades más comprometidas con la justicia social.